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Fecha de publicacion: 2020-07-26
El pedido de exhumación de Alfredo Stroessner reaviva el prontuario de pedofilia, trata de mujeres e infidelidades del dictador paraguayo
El Tribunal Supremo de Brasil autorizó que sean practicadas las pruebas de ADN necesarias solicitadas por el hijo de una de sus supuestas amantes que pide ser reconocido.

Alfredo Stroessner fue un dictador descomunal. Gobernó Paraguay con puño de hierro durante 35 años. Se hizo con el poder a los 41 años, amoldó la Constitución y las leyes a sus intereses y consiguió que lo reeligieran cada cinco años, siempre con votaciones tan abrumadoras como amañadas. Fue el autócrata que más tiempo permaneció en el poder en Sudamérica.

Su régimen pasó a la historia por su corrupción, las violaciones a los derechos humanos y la desaparición de más de medio millar de presos políticos que siguen sin ser encontrados.

Ahora, una reciente decisión del Tribunal Supremo brasileño de autorizar la exhumación de su cadáver, sepultado en Brasilia en 2006, volvió a traer a la luz otra faceta del dictador: un prontuario de abusos a menores de edad y una larga lista de hijos no reconocidos.

La exhumación de los restos fue pedida a instancias del hijo de una de sus supuestas amantes que pide ser reconocido. El hombre, Enrique Alfredo Fleitas, reclama una herencia que se calcula en unos 20 millones de dólares. La decisión del Supremo brasileño fue aceptada por Graciela Concepción, quien reside en Paraguay a sus 74 años y es definida por la Corte como “única heredera viva del fallecido”. El fallo, emitido el pasado lunes, también establece que sean practicadas las pruebas de ADN necesarias.

Michelle Fleitas junto a Alfredo Stroessner en una foto sin fecha. Una cifra no oficial que en algún momento circuló en el establishment paraguayo habla de 34 hijos no reconocidos comprobados del dictador

Michele Fleitas cobró notoriedad en septiembre de 2016, diez años después de la muerte del dictador, cuando reclamó parte de la herencia de Stroessner, afirmando que tuvo tres hijos con el dictador y que incluso él le había pedido matrimonio. Fleitas dijo que mantuvo en secreto la relación hasta el día en que este murió. A partir de ahí se puso en contacto con la familia para negociar la repartición de la herencia, que según estimaciones ronda los 500 millones de dólares. Dijo que decidió hacer público el caso luego de que la familia oficial del dictador se desentendiera de las negociaciones.

Una esposa, una segunda Primera Dama y niñas abusadas

Stroessner estuvo formalmente casado hasta su muerte en 2006 con Eligia Mora, “una maestra silenciosa y discreta dos años mayor que él”, según la describe Bernardo Neri Farina, reconocido periodista y escritor paraguayo, en su biografía del dictador El Último Supremo.

La pareja tuvo tres hijos: Gustavo Adolfo, Graciela Concepción y Hugo Alfredo, conocido como “Freddy”. A estos se sumó una hija adoptiva, María Olivia, más conocida como “Chelita”. Son los únicos hijos reconocidos del dictador.

Tras esa fachada de familia, se escondían múltiples relaciones extramatrimoniales. Varias de estas dejan en evidencia la preferencia del dictador por las menores de edad.

Una de las primeras comenzó durante su época en el ejército. Fue la que “El Rubio”, como el autocráta era popularmente llamado, mantuvo con Martina Rojas, conocida como Tina o China’i. La niña tenía unos 13 años cuando en 1950 el entonces general de brigada, ya de casi 40 años, se fijó en ella. Martina vivió en la casa de Eusebio Abdo Benítez, tío del actual presidente paraguayo.

La segunda relación fue con María Estela Legal, popularmente conocida como Ñata. Stroessner la conoció entre finales de 1959 e inicios de 1960, cuando ella tenía 13 años y él, 47. Fue “el gran amor” del dictador, según Neri Farina, y llegó a convertirse en una suerte de segunda Primera Dama. Fruto de su relación nacieron dos hijos. El vínculo duró hasta 1981, cuando ella decidió terminarlo, cansada de las infidelidades y de ser la eterna novia del dictador. No obstante, quedaron en buenos términos, al punto que ella hasta asistió el 16 de agosto de 2006 al funeral de Stroessner en Brasilia.

Otra relación de la que hay testimonios fue con una adolescente llamada Myrian, que el autócrata comenzó a frecuentar hacia fines de la década del 60 y hasta el comienzo de los 70.

La última de la que hay registros antes de la aparición de Fleitas, fue una joven veinteañera llamada Blanca Gómez, quien Stroessner conoció cuando ella tenía unos 14 o 15 años, de acuerdo a sus biógrafos.

De estas y otras relaciones, Stroessner tuvo varios hijos. Al igual que con las mujeres, es imposible determinar el número exacto de descendientes. Una cifra no oficial que en algún momento circuló en el establishment paraguayo habla de 34 hijos no reconocidos comprobados, según escribió Aníbal Miranda en Stroessner, otra obra imprescindible sobre la figura del general.

Las casas de los horrores 

Salvo el caso de Ñata, la mayoría de las relaciones de Stroessner duraban poco. Cuando el dictador se cansaba de una mujer, las hacía casar con jerarcas del régimen, sobre todo con militares y jefes policiales. Éstos se veían beneficiados con promociones en sus carreras. A cambio, debían hacerse cargo de los eventuales embarazos.

“En algunas circunstancias, esta conducta del Primer Amante del Paraguay podía considerarse como una reminiscencia de los señores feudales que tenían el Derecho de pernada, es decir, el derecho de iniciar sexualmente a una joven recién desposada. En el caso de Stroessner, él ‘probaba’ primero a las damas y luego les buscaba marido entre los sujetos cercanos a él”, escribe Neri Farina.

En otros casos, “El Rubio” acudía a casas regentadas por cómplices de la dictadura en donde él y los demás jerarcas abusaban de niñas de entre 10 y 15 años.

El dictador era especialmente asiduo de una vivienda ubicada en el barrio Sajonia de Asunción, propiedad del general Leopoldo “Popol” Perrier, un militar que había entablado una amistad con Stroessner durante la Guerra del Chaco. Esa casa era el primer lugar que Stroessner visitaba al comenzar su “jornada de gobierno”, de acuerdo al libro de Neri Farina.

La pedofilia de Stroessner era un secreto a voces.“Mucha gente sabía y había comentarios sotto voce, pero nadie abría la boca en público… “, escribe Aníbal Miranda. El presidente de facto abusaba sexualmente de ellas, según este autor.

Eran menores que habían sido secuestradas o “compradas”. En la mayoría de los casos se trataba de niñas de bajo recursos, hijas de campesinos empobrecidos.

La primera denuncia pública sobre estas “casas de los horrores” apareció en una nota del Washington Post del 20 de diciembre de 1977titulada “Escándalo sexual paraguayo”. El artículo dio cuenta del testimonio de Malena Ada Ashwell, hija de un funcionario paraguayo del Banco Interamericano de Desarrollo, torturada por haber denunciado las terribles violaciones de niñas de 8 a 14 años de edad que ocurrían en la casa de “Popol” Perrier.

Más recientemente una de las víctimas, que tenía 13 años cuando fue llevada a la casa de Perrier por los reclutadores sexuales del régimen, contó a una radio paraguaya que “ninguna de ellas superaba los 15 años, con la más joven de 11. “Había un promedio de 6 a 7 niñas permanentes, otras iban y venían”, dijo.

“Vivían en cautiverio, morían de inanición, a causa de enfermedades y otras por sobredosis. Yo hice una encuesta con testimonios de personas que saben del tema, y Stroessner violaba a unas cuatro niñas por mes, según esos testimonios”, narró en 2016 Rogelio Goiburú,miembro de la Dirección de Memoria Histórica y Reparación del Ministerio de Justicia y el primero en proponer investigar la violación de niñas durante el stronismo.

“El dictador no sólo fue un vendepatria, ladrón, asesino, torturador, sino además un perverso sexual, que violaba niñas”, aseguró Goiburú.

Pero Stroessner nunca pareció tener remordimientos. Cándido Aguilera Ledesma, quien fue peluquero de Stroessner durante 43 años, contó a medios paraguayos que, conociendo su fe evangélica, el general solía preguntarle si tener relaciones con menores era pecado.

“Pero cómo no va a ser pecado, mi general”, le respondía Ledesma. “Eso es un pecado que está en la Biblia…”.

“Mmmm… maestrooo”, decía el dictador.

Y reía.



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