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Fecha de publicacion: 2021-01-24
Maravilla natural a punto de naufragar
Las dunas del desaparecido cerro Ybycuí de la isla Yasyretá son una maravilla natural que quedan en medio del mar que forma el río Paraná entre Encarnación y Ayolas. Ahora corren serio riesgo de extinguirse y cada vez más se reduce el islote de arena.


Don Isidro Chamorro (69) es un navegante de vocación, nació y creció a orillas del río en Carmen del Paraná, pero tenía una casa con chacra en la isla Ybycuí, al lado de la isla Yasyretá. “Era una isla poblada, bastante grande, donde teníamos nuestros cultivos y animales. Para estudiar íbamos a la casa de Carmen, pero los fines de semana volvíamos siempre a la isla”, recuerda.
Una soleada mañana de noviembre nos condujo desde Carmen del Paraná hasta las dunas, más conocidas como dunas de San Cosme y Damián. Durante una hora cruzamos esa inmensidad de agua que se parece más bien a un mar. La pericia y sagacidad del timonel en este caso es muy importante, pues las aguas se encontraban a 60 centímetros por debajo de su nivel normal y sobresalen aún troncos de los árboles que quedaron cubiertos por el agua. “Hay que cuidar para no chocar contra ellos porque pueden tumbar la embarcación o agujerearla; estos son árboles de especies nativas de madera durísima que perduran pese al paso del tiempo”, refiere.
Una hora lleva la travesía de unos 30 km hasta las dunas –desde Carmen del Paraná– porque había viento. En condiciones óptimas se llega en 45 minutos.
“Desde muy jovencito me gustaba navegar, recorrer la isla y pescar. A los 17 años hice un curso de navegación en Corrientes donde me recibí de técnico fluvial”. Así conoció el panorama que ofrece el Paraná, del derecho y del revés. Navegó aguas arriba y aguas abajo entre Buenos Aires hasta las cercanías de Itaipú. “Conozco muy bien lo que es surcar el Paraná y tengo un antes y un después del embalse de Yacyreta como navegante”.
Don Isidro recuerda muy bien unas 150 islas que quedaron cubiertas por el agua, aunque se hablaba de más 541 islas, según publicaciones del 2004, todas en territorio paraguayo.
Gran cantidad de las islas –memora don Isidro– estaban pobladas con gente dedicada en muchos casos a la pesca y la agricultura.
La isla Ybycuí tenía unas 100 hectáreas con un cerro de unos 30 a 40 metros de altura cuya cima permanece como un islote verde. Las dunas, en cambio, es el remanente de la cima del cerro Ybycui, de la isla Yasyreta, que se puede apreciar más adelante en el mapa de Luis de Gásperi de primeras décadas del siglo XX.
El lago iba creciendo
Los isleños fueron testigos de cómo el lago iba creciendo y el sitio donde vivían se iba cubriendo con las aguas. Primero en 1994 cuando la cota del embalse subió a 76 msnm, luego a 78 y así sucesivamente hasta llegar a la cota 83.
Unos años atrás, las dunas tenían unas ocho hectáreas, pero ahora tienen poco menos de dos hectáreas. Tanto por efecto del viento como el oleaje del río Paraná van desapareciendo poco a poco. Una de las características más curiosas de esta maravilla natural es que se mueven conforme a la dirección del viento, por eso la llaman las dunas móviles. Su paisaje es digno de ser comparado al que ofrece un desierto de impecable arena con el mar azul circundante.
En el islote vegetado, donde viven algunos pescadores y queda de camino a las dunas, también se puede parar cuando las condiciones del tiempo lo permiten, caso contrario mejor desviarlo.
En este sector, el oleaje es intenso con el viento por lo que es difícil aproximarse, además los restos de árboles que sobresalen son un peligro.
Toda esta zona –aseguran los isleños– “era el santuario más impresionante de animales silvestres del Paraguay. Había gran cantidad de carpincho, venado, ciervo, nutria y muchas otras especies”.
Nuestro vaqueano recuerda que la gente se metía en las zonas desérticas de las islas Ybycuí y Yasyretá desde Carmen del Paraná para mariscar. “Como la isla Ybycuí estaba por la mitad en dirección a Carmen del Paraná, los canoeros iban a remo aguas abajo hasta despuntar primero la isla Ybycuí, luego despuntar la isla Yasyretá y tomar el canal que las separaba hacia el cauce principal del río. Todo se hacía a remo y podía llevar entre 15 a 20 horas para llegar hasta el canal principal”, explica.
Otras recordadas islas del lugar eran la isla Cadena y la isla Talavera más al fondo, hacia el lado argentino. “Estaba lleno de bichos, embalsados y lagunas. Era una belleza natural impresionante”.
Imponente Paraná
El río Paraná es imponente y la navegación requiere mucha pericia. Cuando el movimiento de las olas se pinta de blanco le llaman ovecha ra’y (cría de oveja) y entonces es mejor no embarcar.
La profundidad del canal –dice Isidro Chamorro– llega a unos 50 a 60 metros. El lecho del rio está cubierto totalmente de piedra. “La navegación siempre fue muy difícil, pues existen lugares de mucha playada desde Encarnación hasta la presa; era como un cajón muy profundo”.
“Muchas veces, cuando era más joven, atropellaba con lluvia y viento. Chepy’aguasuve upéramo. Pero si vos no conocés, te hace cambiar de color. Yo siempre digo que el blanco queda negro y el negro se queda amarillo cuando navega con viento en estas aguas”, dice el navegante, quien asegura que “ahora le tengo mucho más respeto. Y si te toma el mal tiempo, es mejor quedarse a esperar que pase”.
Existen historias de gente que ha quedado varada en las dunas por haberle tomado una tormenta o incluso embarcaciones que han sufrido averías por los troncos.
Potencial turístico en peligro
La desaparición de las dunas es inminente si no se toman medidas requeridas para proteger este remanente del cerro Ybycuí en la isla Yasyreta.
Existe gente dedicada a embarcaciones, hotelería y otras actividades afines que prestan servicios para los turistas que llegan hasta San Cosme y Damián desde hace años, pero también quedarán sin actividad económica si las dunas se pierden. Desde este puerto, la travesía es más corta y rápida, lleva media hora, en un trecho de 15 km.
La Junta Municipal de San Cosme y Damián declaró como “patrimonio natural” las dunas por Resolución 05/2018. Sin embargo, las autoridades nacionales poco o nada han hecho para salvar esta maravilla natural.
Algunos expertos recomiendan la instalación de gaviones en el lado en que las olas golpean con fuerza las colinas de arena o realizar un dragado para ir recuperando la tierra que va cubriendo el agua desde la playa.
Por ahora, este sitio paradisíaco pide auxilio para no desaparecer bajo el embalse como ya ocurrió con la isla Ybycuí, el 80% de la isla Yasyretá y las centenares de otras islas que conformaban ese santuario natural.
Lo que el agua se llevó
Juan Augusto Roa, corresponsal de ABC en Itapúa, recuerda que la isla Ybycuí, ubicada frente a Carmen del Paraná, al igual que la isla Yasyretá y muchas otras que quedaron bajo agua, estaban habitadas al momento de la construcción de la represa. Estas familias fueron reubicadas en el borde del río Paraná en una zona suburbana de San Cosme y Damián. Otro grupo fue llevado a General Artigas en un sitio que no sirve para cultivar y es un inmenso arenal. Los indígenas Mbyá guaraní fueron llevados al asentamiento Pindó, también en las afueras de San Cosme.
En todo el manejo del embalse quedan rastros de la corrupción imperante, pues los troncos que sobresalen en el espejo de agua y que son un peligro para la navegación –sobre todo de los no lugareños– debieron ser cortados antes de que subiera el agua. Era lo que se conocía como limpieza de masa verde que nunca se hizo. La mayoría de los troncos sobresalientes son árboles gigantes de arary, una especie única que abunda en la región y en el Amazonas, ideal para la fabricación de embarcaciones porque no se pudre nunca.
Las dunas fueron descubiertas accidentalmente en el 2007 y su publicación en las páginas de ABC Color las convirtieron en un gran atractivo turístico. “Esas dunas descubrimos cuando investigábamos las tierras que el exdirector de Itaipú, Víctor Bernal, hizo figurar como su propiedad para cobrar indemnización. Cuando el confesó el hecho fuimos con un mapa georreferenciado a buscar la ubicación. Estando en el río, el que guiaba la lancha nos ofreció visitar una isla muy linda”, recuerda Roa.
Lo que se presentó ante los ojos fue una maravilla de unas ocho hectáreas con un paisaje paradisíaco con plantaciones de yatai y lagunas cristalinas. Lastimosamente es muy poco lo que queda hoy.
 



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